lunes, 27 de junio de 2011

Diego Velasco ofrece una charla sobre el Camino del Quitumbe, en Quito

QUITUMBE ÑAN, COMO MITO FUNDACIONAL ECUATORIAL Y SU PASO POR QUITO
El Quitumbe Ñan o Miñu Manta es un camino iniciático, físico y simbólico definido por el mítico Quitumbe fundador de Quitu y maestro de las tierras ecuatoriales antepasado ancestral de los andinos australes.
El camino del Quitumbe Ñan es un sistema complejo de caminos y rutas geodésicas, opuesto y complementario al mítico camino de Wiracocha llamado Kápak Ñan. Solo a través de disciplinas como la semiótica, la hermeneutica, la geobiología y otras aproximaciones al territorio y el estudio simbólico además de la cosmovisión andina ecuatorial, como matriz no ideológica ni antropocentrista de comprensión lo podemos caracterizar, seguir y en especial poner en valor para los caminantes luminosos de este nuevo tiempo.
El camino ha sido estudiado durante por lo menos una década por Diego Velasco y es una parte de la tesis doctoral en la Universidad de Lovaina Bélgica a partir del mito fundacional ecuatorial de Quitumbe atribuido al jesuita italiano Anello de Oliva en el siglo XVI, y tomado de un quipucamayuc aymara llamado Catari, y ha sido y es considerado un mito de carácter quiteñista oponiéndolos a otros de carácter cuzqueño y es materia despreciable por parte de los historiadores del oficialismo y a la historia light en el Ecuador.
EL EVENTO SE CELEBRA EL MIERCOLES 29 DE JUNIO EN LA CASA ANDINA SUMAK. Calle Cordero 3-31, entre 9 de octubre y Paez, de 18h00 a 20h30

EXPOSICION Y VENTA DE NUEVOS DISEÑOS SUMAK
Casa Andina SUMAK ha creado nuevos diseños en vestimenta con telas naturales y motivos andinos. Les invitamos a ver las chaquetas para hombres y mujeres y faldas en http://www.disenosumak.blogspot.com/

viernes, 17 de junio de 2011

Los “archivos secretos”, del pintor ecuatoriano Rafael Diaz

¿El porqué de algunas imágenes?
Percepciones”, una muestra del pintor ecuatoriano Rafael Díaz, que se puede ver hasta el 22 de junio, en el Espai per a l’Art, entresuelo de calle Santa Anna 6.

Por: Arnau Puig
Publicado en la revista Catalina “La Catalunya Latina”, junio 2011

¿Añade conocimiento o sensibilidad? Esa es precisamente la cuestión que me plantea contemplar la obra de Rafael Díaz. ¿Se llega al arte porque se siente en las entrañas de uno mismo o porque el arte resultaría el documento de lo que se ha vivido y experimentado? Las dos respuestas son posibles pero creo que solo la primera es la válida si realmente lo trazado, lo elaborado ha de tener algo más que la fuerza del documento.
Después de observar la obra de Díaz, y aun conociendo su génesis – la realidad de un entorno vital y social –, lo artístico acaba rindiendo la sensibilidad del observador. ¿Qué son o de qué van esos seres sin cabeza, esos perros transmutados o esas piernas o zapatos sin ubicación? Una percepción casi innata de totalidad de cada cosa convierte aquellos amasijos orgánicos en esperpentos, en seres o cosas faltos de integridad o ejecutados, ya por una ley moral que tiene que mostrarse viva e imperante cuando todo falla en este mundo. Esa es una versión de los hechos que presenta la obra de Díaz. Pero la otra versión puede ser que de aquellas cabezas sólo hay rastros de humo, nubes, la presencia de lo diluido, y que el efecto se consigue mediante pintura, color, textura, algo incoherente con la rotundidad de una sentencia física o moral, pero en cambio precisamente aquélla a la que acudiría el arte cuando de lo real ya no queda nada más que la impresión de lo que se querría mantener el recuerdo.
Ahí empieza una acción creadora que sólo una sensibilidad artística es capaz de resolver. Es más creo que la obra, el cuadro, se invierte y pasa a ser el resto lo presente y efectivo; de la no cabeza, del humo y de sus nubes sale el cuerpo entero que ya tampoco actúa como cuerpo sino como conjunción y combinación plástica, como espacio que unos colores dispuestos de un cierto orden – como decía y quería el simbolista Maurice Denis – dejan de ser cuerpos organizados para convertirse en una amalgama de colores que atraen por ellos mismos y porque obedecen a la sensibilidad de un creador.
¿Qué importa, aunque sea lo más importante, qué realidades dieron lugar a aquellas elucubraciones plásticas si el resultado consigue superar todas las ataduras a lo real sin que por ello, lo real, deje de doler? Pero en el arte lo importante no es lo vivido, que todos y cada uno de los humanos lo vive a su manera y muy personalmente, sino su forma alcanzada, abstracta respecto de la concreto, pero muy concreta respecto a sí misma. En arte lo que impresiona no es la plasmada rotundidad de lo objetivo sino la vibración imparable de lo sentido emplazada en el espacio como fruto y resultado de una gestualidad que ya no es reivindicativa sino tendente a captar las sutilezas plásticas de lo que un día fue vida y rabia. Las formas concretas acaban en la rigidez del testimonio, pero las formas del arte conservan siempre viva la fluidez de la emoción.
Ese es el sendero que después de la realidad social humana siguió el pintor Rafael Díaz; los dolores, de tanto sufrir, llegaron a embotarse pero sus versiones plásticas, sus plasmaciones pictóricas conservan toda la fluidez y la riqueza de lo que aún es emocionalmente presente y testimonial. No en balde el pintor habla de sus “archivos secretos”, la fuente de las aguas sucias y dramáticas de las que manan después los efluvios cromáticos. Los poetas lo saben muy bien; por eso retienen en los sonidos de las palabras aquello que nunca más escapará.

domingo, 5 de junio de 2011

Bolívar Echeverría, un marxista crítico

Bolívar Echeverría (1941-2010), un marxista crítico
Por: Nicolás González Varela
Artículo publicado en Rebelíon, periódico vrtual

“El hombre moderno está desgarrado, obedece a dos lógicas
totalmente contrapuestas, una más poderosa que la otra:
la lógica cualitativa del mundo de la vida
y la lógica abstracta y cuantitativa del valor.”
(Bolívar Echeverría, 2007)

Bolívar Vinicio Echeverría Andrade era antes que nada un humanista, un marxista atípico, un fino traductor y en último lugar un filósofo profesional. En plena barbarie posmoderna, tratando de no desarbolar los valores universales de la Modernidad, siguió pensando críticamente a contra corriente las vasta cuestiones del hombre, más allá de las modas académicas. Aunque ecuatoriano de nacimiento, su aporte, junto a otros inmigrantes ilustres en la solidaria tierra mexicana, como Wenceslao Roces o Adolfo Sánchez Vázquez, han hecho posible la lenta maduración un pensamiento crítico latinoamericano.
Creo que su obra más madura y compleja, aunque no coincida con lo cronológico, es sin lugar a dudas su libro El discurso crítico de Marx, de 1986. [1] Un libro raro, subestimado, silenciado por los círculos académicos, que reunía una colección de ensayos que abarcaba la reflexión de Echeverría entre los años 1974 y 1980. Allí se posicionaba con firmeza, en pleno inicio de la borrachera ideológica de la globalización y el fin de la historia, afirmando que el siglo XX no era otra cosa que mera barbarie de egoísmo y explotación, “un cuento incoherente y violento”. No se quedaba en lo testimonial, en su mismo prólogo defendía al pensamiento de Marx como una “presencia real de un proyecto de sentido o, mejor, de contra-sentido para la Historia contemporánea: El Comunismo; a la materialización de éste en una entidad sociopolítica peculiar: la Izquierda; a su manifestación en conceptos mediante un discurso propio: el Marxismo.” Echeverría, tan atento a la escritura y los signos del lenguaje (muchos de sus ensayos hay que cribarlos de la excesiva carga semiológica muy de moda a fines del siglo XX), le colocaba estratégicamente las mayúsculas a la vapuleada tríada, “fuente del discurso de la rebeldía”. No tenía ninguna hipoteca institucional o ideológica en defender a Marx de los ataques superficiales, construidos a bases de malas lecturas y distorsiones ideológicas, de Nietzsche, Heidegger o Foucault. Tampoco dudaba a la hora de remarcar la patética tosquedad del mal llamado “Materialismo Dialéctico”, una ciencia de la legitimación del estado stalinista. Siempre defendió un marxismo abierto, una teoría que debe respetar una “búsqueda inacabada de unificación que conecta entre sí a los distintos esbozos espontáneos de identidad que hay en el propio Marx”. Recuperaba para el pensamiento crítico los marxismos olvidados, perdedores, marginales, (y Echeverría traía a primer plano a Luxemburgo, consejistas como Hermann Goerter, Korsch, Lukács, filósofos alejados del DiaMat stalinista, como Karel Kosik o líderes de la nueva izquierda europea como Rudi Dutschke) que superaban al “marxismo demasiado realista”. Si el marxismo tiene una “encomienda” en la Historia, señalaba en su “Presentación”, debe romper los límites de la versión falseada y predominante, debe quebrar el corset sociologista, estatalista y progresista. Tan atípico que para él era central para renovar el filo crítico de la vulgata marxista, recuperar “el teorema crítico central de El Capital”, se trata de recuperar la idea de que “todos los conflictos de la sociedad contemporánea giran… en torno a una fundamental contradicción entre Valor de Uso y Valor de Cambio, entre dos ‘Formas de Existencia’ del proceso de reproducción social: una, ‘social-natural’, trans-histórica, que es determinante, y otra históricamente superpuesta a la primera, parasitaria pero dominante, que es la forma de “Valor que se Valoriza”, de acumulación del capital.” El libro era curioso porque cruzaba los sacrosantos campos profesionales: era a la vez, un libro de crítica de la economía política y de contra-filosofía. Se hablaba de filosofía en un grado de abstracción altísimo desde el corazón mismo de la producción de plusvalor. Se profundizaba sobre el Materialismo de Marx y sobre su carácter científico, que implicaba para Echeverría “la des-construcción crítica del discurso científico espontáneo, al desquiciamiento sistemático de su horizonte de inteligibilidad, como la estrategia epistemológica adecuada para un discurso cuya producción de conocimiento debe cumplirse cuando la Historia que ha culminado en el capitalismo transita hacia una nueva historia.” Pero lo más atrayente y novedoso en lo teórico seguía siendo su recuperación en valencia crítico-política de Das Kapital, y en particular su puesta en primer plano del “Valor de Uso”, devolviendo al centro de gravedad de la lectura de Marx la Ley del Valor y con ella de la crisis como cortocircuito permanente del modo de producción de mercancías. Era obvío que para Echeverría existía una necesidad para la Teoría de “volverse Teoría de la Revolución, y la necesidad, para la Revolución, de ampliarse como Revolución en la Teoría.”
Su integral humanismo seguramente se retroalimentó de su trabajo como sensible traductor, de Sartre a Habermas, pasando por el propio Karl Marx y sus Manuscritos de París de 1844, Horkheimer, Musil, Brecht y Benjamin. Su talento era reconocido además internacionalmente, había sido elegido miembro del Comité Científico junto a grandes intelectuales para asesorar los contenidos de una de las obras enciclopedias multinacionales más ambiciosas sobre Marx, el Historisch-kritisches Wörterbuch des Marxismus, un Diccionario total histórico-crítico sobre el Marxismo. [2] El epígrafe de su obra, todavía por difundirse, todavía por conocerse, seguirá siendo el planteamiento del dilema mortal que acecha al pensamiento de Marx: “el discurso del Comunismo sólo puede ser tal, si es estructuralmente crítico, es decir: si vive de la muerte del discurso del Poder: de minarlo sistemáticamente…”
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[1] Echeverría, Bolívar; El discurso crítico de Marx, ed. Era, México, 1986.
[2] Haug, Fritz Wolfgang (Hrg.); Historisch-kritisches Wörterbuch des Marxismus, Band 1, Abbau des Staates bis Avantgarde, Argument, Berlin, 1994. Es un proyecto editorial en proceso, que reunirá un total de 1500 conceptos centrales del Marxismo, una obra colectiva en quince volúmenes, de los cuales en la actualidad se ha publicado hasta el tomo 7, correspondiente a las voces “Kaderpartei bis Klonen”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes